La denuncia pública de las agresiones en contra de las mujeres y menores, así como del equipo de defensoras de derechos humanos siempre implica nuevas amenazas personalizadas; los agresores primero intentan callar a sus víctimas y después silenciar a quienes hacen eco de su voz y reclaman sus derechos. Las primeras amenazas son para imponer su fuerza y son exigencias de obediencia patriarcal, al no lograr su objetivo llegan las segundas amenazas, que se refieren a ultimar nuestra vida. Aunque lo lograsen no acallarán esta revolución pacífica. Lydia Cacho.
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El ataque llevado a cabo ayer en contra de nuestro refugio por agentes policiacos de Cancún se vincula direcatmente con dos aspectos fundamentales de nuestra vida: el primero es la defensa de los derechos humanos de las mujeres y niñas víctimas de violencia, el segundo es el derecho a la libertad de expresión. Todas las personas tenemos derecho y responsabilidad de asegurar la construcción de la paz social de este pequeño planeta que habitamos; algunas hemos elegido acompañar a mujeres niñas y niños a reconstruir sus vidas vulneradas profundamente por la violencia, para ello utilizamos herramientas mientras los agresores usan armas. Nosotras usamos la libertad y ellos la amenaza de encarcelarnos por rebelarnos en contra de un sistema que promueve la desigualdad,el sexismo, el racismo y todas las formas sutiles y evidentes de violencia como estratagema de control social. El sendero a la libertad y el poder personal pasa necesariamente por la liberación de la voz, por el reconocimiento de nuestra palabra que lo revela todo. Expresarnos es volver a existir a los ojos de las y los otros.No existe la ciudadanía plena en el silencio.
Nosotras construimos la paz por nuevos caminos y ellos se indignan e irritan porque quieren hacernos volver a las formas tradicionales de sometimiento, silencio y obediencia. Para ello instigan miedo a la muerte y a la tortura, sin embargo nosotras les respondemos con estrategias de seguridad, solidaridad y dignidad.
Ellos se alían para desacreditar y destruir a hombres y mujeres que no nos rendimos ante el miedo y la corrupción, porque elegimos diariamente no vivir cegadas por la ira sino inspiradas por la felicidad posible y la libertad merecida.
Ellos llegan con sus armas y sus gritos para incitarnos a huir, a escondernos. Nosotras les filmamos y los exhibimos tal cual son:personas que eligen conscientemente ejercer violencia y quebrantar la ley a su antojo.(Hemos notado, por cierto, que a ellos nos les gusta que se les grabe, ni que se les fotografíe incurriendo el delitos, por eso se tornan vengativos e iracundos.) Prefieren que se les imagine como seres omnipotentes y fuertes, no que se les observe y escuche, que se les documente tal cual son.
Ellos a golpes, con esclavitud y violencia, acallan las voces de sus víctimas, nosotras, en cambio, acompañamos a las víctimas en la reconstrucción de su realidad, de su pasado. Les ayudamos a levantar la voz y decir ¡basta ya!. Escribimos sus historias. Entonces ellos usan la fuerza del Estado y las armas para recordarnos que en este país decir la verdad puede costar la vida a quien se atreve.
Algunos, algunas sobrevivientes de la corrupción intentan cambiar al país desde la entraña misma de la política, es por eso que este país sobrevive, porque en toda su geografía hay hombres y mujeres que todos los días eligen defender la libertad,la dignidad, la pequeña y solitaria pax mexicana que a ratos agoniza.
Ellos, allá afuera arden de furia porque les damos voz a las sobrevivientes y porque tenemos voz propia. Pero son su fuego y su furia, no son nuestros.
Ellos, allá afuera escriben amenazas de muerte detalladas, deleitándose con imágenes inenarrables. Nosotras las tomamos en serio, sí, pero no le regalamos el sueño a su crueldad.
A ellos les consume la ira porque el mundo se mueve a pesar de que quisieran que estuviésemos paralizadas y temerosas. Nosotras caminamos firmes, hablamos fuerte, botamos al temor a la basura y tomadas de la mano reinventamos el mundo que queremos construir.
Ellos no quieren perdonarnos el atrevimiento, pero en realidad nosotras no buscamos su perdón, sino la libertad sobre nuestros cuerpos, sobre nuestras acciones y nuestras palabras. Y esa libertad que es nuestra se hace grande, fuerte y luminosa cuando nos tomamos de la mano.
Porque la solidaridad nos torna inquebrantables ante el peligro, nos acaricia ante el agotamiento, nos protege ante la muerte,nos rescata de la desesperanza que aveces, temprano por la mañana, toca a la puerta.
Ellos se alimentan del miedo y la rabia de los demás, nosotras de la vida y la libertad. Yo elijo no darles de comer; hoy aquí y ahora estamos vivas y fuertes, somos muchas y muchos. Que amenacen, que vengan con sus armas que esto no es cosa de una, sino asunto de millones.Hoy vamos por todo, a levantar la voz, a gozar y defender la vida de todas y todos que es la única vida posible.
Un abrazo cariñoso
Lydia Cacho